En Sevilla a un sevillano siete hijas le dio Dios,
todas siete fueron hembras y ninguna fue varón.
A la más chiquita de
ellas le llevó la inclinación
de ir a servir a la guerra vestidita de varón.
Al montar en el
caballo la espada se le cayó;
por decir, maldita sea, dijo: maldita sea yo.
El Rey que la estaba
oyendo, de amores se cautivó,
—Madre los ojos de Marcos son de hembra, no de
varón. —
Convídala tú, hijo mío, a los rios a nadar,
que si ella fuese hembra no
se querrá desnudar.
Toditos los caballeros se empiezan a desnudar,
y
el caballero Don Marcos se ha retirado a llorar.
Por qué llora Vd.
Don Marcos por qué debo de llorar,
por un falso testimonio que me quieren
levantar.
No llores alma querida no llores mi corazón,
que eso que tú tanto
sientes, eso lo deseo yo.
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